Hace poco salía publicado Hongaresa. 20 años en las fronteras magníficas del vino, una recopilación de obras, ensayos y miscelánea que celebra el sueño de una noche de verano que tuvieron hace 20 años sus fundadores, Paco Zarzoso, Lola López y Lluisa Cunillé. En ese libro aparecen poemas que escritores amigos compartieron en las celebraciones del XX aniversario en Valencia y Barcelona, contando todo lo que la Hongaresa había supuesto en sus vidas. Y yo, como sobrino político/carnal de la compañía, también recibí el encargo de escribir unos versos húngaros/magiares de ocasión, versos que comparto hoy con vosotros, aún calientes de la prensa.
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The book Hongaresa. 20 years in the wondrous frontiers of wine was published recently—a compilation of theatre works, essays and miscellanea that celebrates the midsummer night’s dream that its founders, Paco Zarzoso, Lola López and Lluisa Cunillé had 20 years ago. The book includes poems that writerly friends shared in the XXth anniversary celebrations in Valencia and Barcelona, relating everything that Hongaresa has meant in their lives. And since I am political nephew (and nephew by bloodline of the founders) of the company I was also tasked with writing these Hungarian/Magyar verses for the occasion, verses that I am sharing today with you, still warm from the press.
Breves versos magiares
Es síntoma de nuestro tiempo que, hace poco,
me recordara K.B., una escritora polaca,
de cuyo hijo soy tutor de español
en la ciudad del medio-oeste estadounidense
donde estudio un doctorado sobre cultura argentina…
en parte al hablarle yo
de mis viajes, desgracias y angustias,
que no vienen aquí a propósito,
y en parte a propósito
de una última clase de español
para su hijo de trece años, Félix,
en la que hablamos del tiempo futuro
y que aproveché para explicar
la diferencia que hace Derrida
entre el futuro (cerrado y previsible)
y el devenir (abierto a todo lo posible)…
que al tiempo devorador de hombres (Kronos)
se le opone el tiempo dador de oportunidades (Kairos)
que todo nos acaba perdonando:
es a ese tiempo dador y magnánimo,
abierto y por venir, al que pertenecen
los muy denostados poemas de ocasión
y estos breves versos magiares.
Cuando le pregunté a Félix
la importancia de dicha distinción
me dijo que, ciertamente, era importante,
especialmente para Derrida,
puesto que su modo de vida dependía
del poder filosofar sobre tales distinciones;
y ambos nos partimos de risa,
pensando en qué fin del mundo
más torpe nos había tocado vivir.
Veinte años son nada pero yo, mal que bien,
fui devorado, pasé de ser niño,
—como lo es Félix— a hombre
en estos veinte años que hoy celebra
Hongaresa Teatre:
me hice músico —algo epicúreo y tarambana—
y poeta —más serio y fingidor—,
¿qué puedo decir?, el alma se serena.
No hubiera sido lo mismo
crecer poeta en un pueblo del metal,
sense la tristesa de l’Hongaresa
y más aún, sin ellos,
quizá no hubiera sido,
not at all.
Umbral, Cocodrilo, Ilusionistas,
María La Jabalina (que no alcancé
a ver, pero sí a leer), Hilvanando Cielos,
Aquel aire infinito, Salón Primavera…
han sido marcadores en mis lecturas
y en las distintas etapas de mi vida:
infancia, juventud, adolescencia,
trastierra y retorno, de momento.
Hoy, en estos versos de ocasión, un poco libres,
porque no merecen menos estos húngaros rebeldes,
les deseo poco Kronos y mucho Kairos:
quizá vivamos hoy en el tiempo inflexible de Kronos,
el reino del capital y la dictadura del cuerpo,
pero habitaremos, ahora y siempre,
fofos, etéreos y arruinados,
junto a estos teatreros magiares,
en las mercedes de Kairos.