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El no saber y
disfrutar la incógnita,

pinzar primero el cigarro con los párpados grises,
luego con los brazos en jarras,
imaginarlo
y extender la mano,
una muñeca,
con el vello erizado,
que indica cuanto deseamos
el humo acre antes de que llegue
a la boca.

El no saber y
despertar con la violácea luz
que incide como un acontecimiento
sobre la tarde sedienta,
desesperando
por beber café de todas las tazas a un tiempo,
pero eso sí,
contigo.

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